jueves, 20 de agosto de 2009

REQUIEM POR UN SUEÑO

Érase una vez un personaje llamado Damián; le decían personaje pues parecía salido de un cuento algo psicodélico. Desde niño se dio cuenta de su inconformidad con el mundo; nada le parecía, nada le agradaba... Era un chico raro.

En la niñez estuvo controlado por sus padres; pero cuando llegó a la adolescencia, esa etapa caracterizada por una metamorfosis en donde cada ser humano encuentra su identidad, Damián descubrió su rareza y comenzó a ir solo contra el mundo. Rompía las reglas, llevaba una vida desordenada, le gustaba retar a la gente y cumplía todos los retos impuestos por otros; pues era realmente satisfactorio para él cuando podía demostrar su superioridad.

Siempre andaba metido en todo y todo es todo, lo probó todo y todo es todo, pero nada le gustó y a la vez le gustaba todo. Era raro, de verdad. Ni los psicólogos podían describir su problema; la verdad él tampoco podía hacerlo, pues el loco nunca cae en cuenta de su locura, aunque él sólo se hacía el loco. Otra cosa fue cuando el tiempo avanzó y su falsa locura se convirtió en verdad y Damián ya no diferenciaba la fantasía de la realidad. Su mundo ya no era este mundo, era un mundo raro como sólo él podía serlo y es que hay raros de raros, pero Damián abarcaba toda la rareza existente en el mundo real e irreal.

En su mundo veía monstruos gigantes, duendes diminutos, brujas horrorosas, hadas hermosas, flores habladoras... Al parecer en ese mundo era conforme; pero como su personalidad era inconforme, cada dos minutos cambiaba de opinión y el mundo creado por este personaje se volvió contra él haciéndole vivir su más terrible pesadilla; ni en sueños podía descansar, bueno, siempre se la pasaba soñando y como le gustaba meterse en todo, se metió en un mundo de donde jamás pudo salir.

Aunque para sus familiares, amigos y cercanos ese mundo eran sólo cuatro paredes de un hospital mental, para Damián era un mundo inmenso pero lleno de cosas miedosas y esas cosas eran sus propios miedos representados en seres imaginarios creados con su propia imaginación.

De pronto un día de tanto correr y correr en ese mundo, vio una puerta abierta, bien abierta; era el camino hacia la libertad. Atravesó la puerta y caminó por un puente; a la mitad de éste había un lago. Damián tenía calor, se quitó la ropa y sin pensarlo se lanzó y así fue como se ahogó; pues nunca aprendió a nadar aunque él afirmaba ser un excelente nadador.

En el mundo real la puerta abierta era la de su celda; efectivamente se escapó del hospital; caminó por un puente, sí, pero en vez de lago era un río inmenso y caudaloso y fue ahí donde se ahogó.

Cuando llegó al cielo le dijo a San Pedro: "Yo no quiero estar muerto, pero tampoco quiero estar vivo; no quiero estar en el cielo, pero tampoco en el infierno; no quiero nada y a la vez lo quiero todo".

Y San Pedro le respondió: "La muerte no se puede cambiar. O estás muerto o estás muerto, pero nunca muerto y vivo a la vez; o quieres una cosa o quieres otra, pero nunca las dos; haces una cosa o haces la otra, pero nunca haces dos cosas a la vez; vives una sola vez y mueres para siempre. Ahora pasa al eterno paraíso".

¡Pobre de San Pedro! pues pronto su eterno paraíso se convirtió en un infierno ya que ni muerto Damián fue conforme; y como sólo se vive una vez y se muere para siempre, este personaje siempre hizo de las suyas.

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