Cuando uno piensa en la palabra popular tal vez se imagine lo más sencillo, lo más vulgar, lo más bajo; un barrio en especial, un sector en especial, un personaje en especial.
Es una noche cualquiera de sábado, un sábado de los 80; fresca, libre, apasionada, desenfrenada. Jorge, el protagonista de esta historia está preparado para salir a divertirse un rato, sólo falta el toque final, una chaqueta roja inspirada en una que utilizó Michael Jackson en uno de sus video clips. Sale a la calle y llega al parque de Aranjuez donde se encuentra con sus amigos para hablar de música, cómics y comida. Son tipos si bien no muy inteligentes tampoco lo suficientemente ignorantes, son tipos corrientes, populares.
Encienden un radio, de esos grandes que funcionan con 6 ó 8 pilas medianas y sintonizan su música favorita, pop, rock y dance en una emisora de la recién fundada cadena Todelar. Cantan, ríen, bailan e imitan a los artistas. En realidad no hay mucha diferencia entre estos chicos, pues sus identidades son una sola; todos visten igual (estilo Michael Jackson), piensan igual y hacen lo mismo. En otras palabras son la masa, la cultura popular, la clase social menos favorecida, los sin futuro.
En medio de las calles del parque invadidas por publicidad política, obras de teatro ya pasadas y estrenos de cine, el olor a comida los hace suspirar; y es que el parque de Aranjuez es un completo festival gastronómico, toda la manzana que rodea el parque está invadida por negocios de comidas exóticas, únicas. Pero la comida favorita de este grupo de muchachos son unos suculentos perros calientes de gran tamaño y buena apariencia, los perros bomperudos que contienen todas las salsas que se quiera, salchicha extra grande, huevo de codorniz, papitas fritas y algunos hasta con lechuga, cebolla y tomate en trocitos. Reúnen dinero y cada uno se compra un bomperudo y lo acompaña con Coca Cola, la bebida de la eterna juventud.
Cuando pasa el fin de semana Jorge es un tipo normal, estudiante universitario de ciencias políticas en la Universidad de Antioquia, si bien no el mejor, si uno de los mejores chicos de su carrera; apasionado a la lectura y a la música, también aprende guitarra porque es el instrumento de moda.
Jorge es un poco descuidado en su apariencia, a sus 21 años parece de 30 y es debido a su cabello largo y su barba y le parece que sus grandes gafas lo hacen ver poco llamativo, pero eso a él no le importa.
Pero una tarde cualquiera, de esas en las que no hay nada por hacer, Jorge cansado ya de escuchar música decide encender la tv; esa cajita mágica que se ha ganado el respeto y un lugar privilegiado en las casas donde está y que divierte y entretiene cada que tiene la oportunidad. No hay muchos canales, sólo 2 ó 3 y Jorge se queda horas mirándola descubriendo ese mundo que no conocía; el mundo de la publicidad y las telenovelas y así es como se ha vuelto adicto a la tv.
Poco a poco Jorge deja de salir los sábados en la noche, comienza a faltar a la universidad y se vuelve esclavo de la televisión; ahora su sueño es vestir a la moda, a esa que le muestra la pantalla; ahora su sueño es ser como ese galán de la telenovela; ahora su sueño es obedecer a esa cajita de cristal y algún día poder formar parte de ella.
Del fanático de Michael Jackson parece no quedar nada, su chaqueta roja ahora calienta las noches del perro de la casa, ya no come los bomperudos sino sólo frutas, ahora su pelo es corto, su barba no existe y su barriga comienza a desaparecer porque el galán de tv que admira no es gordo, ni barbado, ni peludo y mucho menos come esa comida chatarra o basura.
Jorge se ha perdido tanto de sí mismo que ha terminado siendo una construcción del espectador deseado por los medios. Sólo el dios de Jorge, su televisor, cada vez más sofisticado, cada vez más grande, cada vez más manipulante es el único que sabe qué le deparará el futuro a este personaje y a muchos otros que piensan que el mundo existe sólo en una pantalla.