lunes, 31 de agosto de 2009

EL MUNDO DE LA PANTALLA

Cuando uno piensa en la palabra popular tal vez se imagine lo más sencillo, lo más vulgar, lo más bajo; un barrio en especial, un sector en especial, un personaje en especial.

Es una noche cualquiera de sábado, un sábado de los 80; fresca, libre, apasionada, desenfrenada. Jorge, el protagonista de esta historia está preparado para salir a divertirse un rato, sólo falta el toque final, una chaqueta roja inspirada en una que utilizó Michael Jackson en uno de sus video clips. Sale a la calle y llega al parque de Aranjuez donde se encuentra con sus amigos para hablar de música, cómics y comida. Son tipos si bien no muy inteligentes tampoco lo suficientemente ignorantes, son tipos corrientes, populares.

Encienden un radio, de esos grandes que funcionan con 6 ó 8 pilas medianas y sintonizan su música favorita, pop, rock y dance en una emisora de la recién fundada cadena Todelar. Cantan, ríen, bailan e imitan a los artistas. En realidad no hay mucha diferencia entre estos chicos, pues sus identidades son una sola; todos visten igual (estilo Michael Jackson), piensan igual y hacen lo mismo. En otras palabras son la masa, la cultura popular, la clase social menos favorecida, los sin futuro.

En medio de las calles del parque invadidas por publicidad política, obras de teatro ya pasadas y estrenos de cine, el olor a comida los hace suspirar; y es que el parque de Aranjuez es un completo festival gastronómico, toda la manzana que rodea el parque está invadida por negocios de comidas exóticas, únicas. Pero la comida favorita de este grupo de muchachos son unos suculentos perros calientes de gran tamaño y buena apariencia, los perros bomperudos que contienen todas las salsas que se quiera, salchicha extra grande, huevo de codorniz, papitas fritas y algunos hasta con lechuga, cebolla y tomate en trocitos. Reúnen dinero y cada uno se compra un bomperudo y lo acompaña con Coca Cola, la bebida de la eterna juventud.

Cuando pasa el fin de semana Jorge es un tipo normal, estudiante universitario de ciencias políticas en la Universidad de Antioquia, si bien no el mejor, si uno de los mejores chicos de su carrera; apasionado a la lectura y a la música, también aprende guitarra porque es el instrumento de moda.

Jorge es un poco descuidado en su apariencia, a sus 21 años parece de 30 y es debido a su cabello largo y su barba y le parece que sus grandes gafas lo hacen ver poco llamativo, pero eso a él no le importa.

Pero una tarde cualquiera, de esas en las que no hay nada por hacer, Jorge cansado ya de escuchar música decide encender la tv; esa cajita mágica que se ha ganado el respeto y un lugar privilegiado en las casas donde está y que divierte y entretiene cada que tiene la oportunidad. No hay muchos canales, sólo 2 ó 3 y Jorge se queda horas mirándola descubriendo ese mundo que no conocía; el mundo de la publicidad y las telenovelas y así es como se ha vuelto adicto a la tv.

Poco a poco Jorge deja de salir los sábados en la noche, comienza a faltar a la universidad y se vuelve esclavo de la televisión; ahora su sueño es vestir a la moda, a esa que le muestra la pantalla; ahora su sueño es ser como ese galán de la telenovela; ahora su sueño es obedecer a esa cajita de cristal y algún día poder formar parte de ella.

Del fanático de Michael Jackson parece no quedar nada, su chaqueta roja ahora calienta las noches del perro de la casa, ya no come los bomperudos sino sólo frutas, ahora su pelo es corto, su barba no existe y su barriga comienza a desaparecer porque el galán de tv que admira no es gordo, ni barbado, ni peludo y mucho menos come esa comida chatarra o basura.

Jorge se ha perdido tanto de sí mismo que ha terminado siendo una construcción del espectador deseado por los medios. Sólo el dios de Jorge, su televisor, cada vez más sofisticado, cada vez más grande, cada vez más manipulante es el único que sabe qué le deparará el futuro a este personaje y a muchos otros que piensan que el mundo existe sólo en una pantalla.

jueves, 20 de agosto de 2009

EL PARQUE DE LOS INCENDIOS

Hoy estoy en el centro de la ciudad tratando de revivir una de las muchas historias que guarda el Parque Berrío, corazón de Medellín.

Recuerdo que cuando era pequeño mi padre siempre me traía los fines de semana a este parque después de ir a cine. Llegábamos a las 4 de la tarde, nos comíamos una paleta, un helado o crispetas y veíamos aparecer la noche.

Mi papá me contaba una y otra vez la historia de este lugar, pero yo nunca me cansé de escucharla y ahora me la se de memoria. Lo construyeron en 1680 y desde entonces ha sido considerado el centro de la ciudad y el lugar de encuentro por excelencia de muchas personas; pero antes del parque existía una iglesia, la misma que ha permanecido hasta ahora, La Candelaria, construida en 1649. La plaza principal, como se le llamaba al que ahora es Parque Berrío, era el lugar de reunión de los feligreses antes y después de la eucaristía. El mercado público también encontró aquí su espacio entre 1784 y 1892 y alrededor del parque habitaban las familias más adineradas de la ciudad.

Cada que pasábamos por la estatua de Pedro Justo Berrío mi padre se quedaba mirándola fijamente, luego me decía que había sido un gran hombre, un gran político del siglo XIX, que como esos ya no hay. En 1895 inauguraron la estatua y desde entonces la plaza pasó a ser parque, el Parque de Berrío.

Entre las historias que me contó mi papá recuerdo una en especial, la de los incendios que sufrió el parque en 1917, 1921 y 1922. Los supersticiosos de la época afirmaban que una maldición había caído sobre el parque y la gente adinerada que habitaba alrededor de él; ya que los incendios fueron tan voraces que arrasaron con la mayoría de casas llevándose las riquezas de los que después serían llamados también pobres.

Existió una dama de la cual nunca supe el nombre, mi padre tampoco; pero se dice que era muy rica y egoísta, que salía poco de su casa y cuando lo hacía no dudaba en mostrar su riqueza luciendo vestidos finos y joyas traídas de Europa; vivía sola porque le daba pánico compartir su dinero.

El primer incendio se le llevó las joyas, el segundo los vestidos y el tercero lo que quedaba de su casa. Dicen que la dama enloqueció en el mismo instante que vio al fuego derrumbar su casa, rasgó el vestido que llevaba puesto y que era el único que tenía; se arrastró por el suelo gritando y arrancándose el cabello, y encontró en el Parque Berrío un hogar sin techo y sin riquezas, pero al fin y al cabo hogar.

La gente que pasaba a su lado la insultaba y le lanzaba piedras que ella luego mordía confundiéndolas con un pedazo de pan; así fue como perdió sus dientes y sin herramientas para masticar los pedazos de pan, se dejó morir de hambre.

Ahora el Parque Berrío es la zona financiera de la ciudad, pero sigue siendo por excelencia el lugar de encuentro de todo tipo de gente, ricos y pobres, blancos y negros, de la ciudad o extranjeros; todos encuentran en este parque el pasado, presente y futuro de Medellín.

Y unos pocos como yo encontramos en este lugar la tranquilidad y el calor de hogar que no vemos en nuestras casas. Pero ese calor hoy es más intenso, tal vez por el sol que brilla imponente en el cielo o tal vez por el nuevo incendio que se acaba de desatar esta tarde de abril de 1990 en el recién remodelado y modernizado Parque de Berrío y que se lleva consigo los últimos recuerdos que quedan de su historia, y también los últimos recuerdos que me quedan de mi padre que murió víctima de una balacera en este parque.

EL TIPO DE AL LADO

Llegué al cuadradero de buses de Santa Cruz terminal entre Cundinamarca y Ayacucho en medio de una leve llovizna que empezaba a mojar las calles de la afanada Medellín. Digo afanada porque a esa hora, 7 de la noche, la gente empieza a desesperarse y a caminar más rápido porque el estómago ya pide comida; el frío hace que nos imaginemos dentro de las cobijas mientras vemos tv y a los conductores parece como si se les metiera el mismísimo demonio y hace que aceleren, piten, frenen, se arranquen los pelos y le echen la madre a cualquiera que se les atraviese.

Yo también comenzaba a desesperarme y movía los pies y las manos como si tuviera algún tic nervioso; los buses llegaban al cuadradero repletos y sólo unos cuantos osados se atrevían a subirse e irse casi colgando de la puerta. Entre más esperaba, más llenos llegaban.

Decidí caminar entonces hasta el Parque de Las Luces donde queda el cuadradero principal; algún puesto tenía que encontrar, pensaba. Atravesé la carrera 53 (Cundinamarca) y casi llegando al parque la suave brisa que caía se convirtió en un fuerte aguacero, uno de los peores de la epoca invernal que afrontaba la ciudad. Tuve que pararme a escampar en una heladería del sector que si mal no recuerdo se llamaba precisamente “El Recuerdo”. Tres prostitutas vinieron hacia mí enseguida ofreciendose como si fueran productos y yo un selecto comprador; pero lo único que me producieron estas mujeres fue repugnancia y ganas de vomitar, no porque no me gusten las mujeres sino porque las que estaba viendo no tenían nada que yo pudiera desear.

Una cuarta prostituta se acercó pidiendo que me dejaran en paz, las demás la miraron con cara de reclamo y desaprobación. Noté algo raro en la mirada de aquella chica, ella no dudaba en mostrar su verdadera cara, la de completo desagrado por el trabajo que realizaba; ni siquiera se inmutaba a ofrecerse como las otras, simplemente esperaba sentada a algún cliente que llegara y la eligiera. Al menos es más bonita que aquellas, pensaba.

Sonaron dos canciones de Darío Gómez que hasta canté y tal vez por eso fue que llovió más duro. Me resigné y me senté en una de las mesas de la heladería a seguir esperando que escampara. Otra mujer se acercó a mí, en principio la confundí con una prostituta, pero después me dí cuenta de que era la mesera.

-Papito si no consume no se puede sentar. Usted verá si le traigo algo o sino se me va parando.

Pedí una cerveza, me dijo que sólo había Pilsen. Ni modo, tocó tomarme esa amargura.

Vi a la chica rara entrar corriendo al baño, instantes después llegó un tipo buscando algo y finalmente tambien corrió hacia el mismo baño. Antes de eso ya había escampado, tomé el último trago de esa cosa que se hace llamar cerveza; llamé a la mesera para pagarle, tenía ya el billete en mis manos cuando sonó un disparo; el tipo que había llegado salió despavorido hacia la calle y la mesera entró al baño y me dejó con el dinero en la mano. Luego gritó como loca y salió llorando.

-Paridas mataron a la Ilda, ese man la mató... ¡Ay no! ¡Por qué!.

Entaron todas las putas en corillo y yo aproveché para marcharme sin pagar la cuenta. Cuando me subí al bus sólo había un puesto desocupado al lado de un tipo un poco alto, de ojos sarcos, cabello mono pero maltratado, llevaba puesta una chaqueta de cuero café y en su mejilla derecha tenía una cicatriz grande. Me senté algo incomodo, aquel tipo olía a marihuana y movía los pies y las manos como si estuviera desesperado; o mejor dicho nervioso porque al instante recordé que así como él era el hombre que mató a la prostituta.

El bus arrancó y yo viajaba sentado como quería, pero con un asesino al lado.

ENSAYO SOBRE EL TIEMPO

Desde su invención siempre se ha hablado del tiempo como aquel que rige y mide nuestras acciones cotidianas. Cuando se habla de tiempo se hace alusión a un reloj que muestra las horas y los minutos, algunos pocos hasta los segundos; y entonces el tiempo son 24 horas las cuales vivimos como si se tratara de una carrera de obstáculos en donde quien más hace es quien más aprovecha el tiempo.

Muchas personas se quejan de no tener tiempo, dicen que no les alcanza; y si todos gozamos de las mismas 24 horas ¿por qué a unos les rinde el tiempo y a otros no? ¿Acaso el tiempo es no hacer o hacer de más?

El tiempo se creó como una excusa perfecta, aparentemente coherente; así si no hago determinada cosa fue porque no me alcanzó el tiempo y eso se convierte en algo comprensible. Todo sería más fácil si tuviéramos la oportunidad de adquirir tiempo extra e incluso sería mucho mejor si el tiempo no existiera. De hecho no existe el tiempo como tal; el tiempo sólo existe en el imaginario de cada ser humano y es él quien lo administra, lo controla a su antojo.

Según lo anterior es incorrecto decir “no me alcanzó el tiempo” sino decir “no le di tiempo al tiempo”. Cada uno de nosotros somos los que regulamos nuestras acciones, determinamos su durabilidad, decidimos lo que queremos hacer o no en el tiempo que poseemos y si todo lo hacemos mecánicamente como un atleta que sólo se dedica a superar obstáculos y marcar récord en el menor tiempo posible pues haremos mucho, más no lo que realmente importa; porque siempre solemos darle más tiempo a lo que no trasciende, a lo que no nos involucra, a lo que no nos mueve, y para eso que realmente nos afecta simplemente no tenemos tiempo porque el tiempo también sirve para ocultar nuestros miedos, inseguridades, secretos... Pero eso que llamamos tiempo se va y nuestros fantasmas se quedan; por lo tanto es indispensable hoy y en todo momento darle tiempo al tiempo porque el tiempo es mucho más que 24 horas.

El tiempo es la manipulación de nuestra propia vida y en cada uno de nosotros está el manipularla bien o mal, o no manipularla. Sin tiempo no hay vida y sin vida no hay tiempo.

VERSOS ADVERSOS

En esta noche fría las llaves de tu corazón quiero que sean mías.

Quiero que volemos juntos como dos aves que surcan los cielos en medio de travesías.

Solemos ser almas que buscan amor y es por eso que nuestras vidas se convierten en una canción.

Tu silencio se adueña de mi pensamiento, tus caricias despiertan mis ansias y tus besos han sido hoy mi mayor anhelo.

En medio de la multitud busco tu rostro y aunque pienso que yo para ti soy poco me hace sentir orgulloso tu gratitud.

La luna llena en el cielo es testigo del idilio y mis brazos que te mecen como cuna sienten en calor que brota de tu cuerpo.

Tu respiración serena me relaja y las cuerdas dulces de una guitarra me matan; pero más me mata tu sonrisa, esa que con el vino aparece y me estremece.

Esta noche ha sido perfecta y aunque pronto aparezca el día tú seguirás siendo mía.

La eternidad nos espera y así la humanidad no comprenda de amores el nuestro marcará una nueva era.

Todo esto sería posible si fuera un amor real; pero como es prohibido sé que estos versos nunca se harán realidad y es por eso que en mis sueños tu cuerpo de cristal descansa en el mío de metal.

OASIS

Sé que cuando me miras lo haces con doble intensión; tal vez buscas eso que sientes muy adentro y que esperas que yo también sienta. Sé que detrás de cada palabra, cada gesto y cada canción hay un solo mensaje que con el tiempo he aprendido a descifrar.

Te mueres por dentro, te muerdes los labios y te quejas de impotencia porque eso que sientes no lo puedes decir; al menos eso es lo que piensas. Pero tal vez no has pensado que lo mismo pasa conmigo, que también hay algo que me muero por decir aunque en realidad no sé ni qué decir, no sé cómo hacer para que entiendas que en cada letra envío un mensaje; señales de humo que parecen perderse en el viento.

Si tan sólo hoy recibiera una señal tuya saldría a buscarte o te esperaría aquí sentado, ansioso, temeroso, amoroso, caluroso. Pero en estos días fríos no hayo señales ni hayo tu amor porque tal vez todo lo he imaginado, soñado, deseado.

Pues sí, mi mente suele jugarme bromas y posiblemente vi un reflejo donde no había espejo. Hoy tu presencia es un oasis que desaparece cada vez que abro los ojos.

A VECES

A veces tengo la sensación de que el piso se mueve y me voy para los lados como si estuviera borracho.

A veces tengo la sensación de ver y oír cosas donde no las hay como si estuviera drogado.

A veces tengo la sensación de que me miras y yo quisiera besarte como si estuviera enamorado.

A veces siento deseos de abrazarte y no soltarte.

A veces siento un nudo en mi garganta y quisiera decirte entonces lo que anhelo de ti.

A veces siento que el corazón se agita porque se muere de amor por ti.

A veces siento que cuando te toco mis manos tiemblan porque tu piel es frágil y hermosa.

A veces cuando te miro me pierdo en tu rostro, en tu sonrisa, en tu voz.

A veces cuando te pienso creo que tú también me piensas.

A veces cuando te hablo creo que tú me estás escuchando.

A veces cuando te sueño creo que es realidad.

A veces cuando te amo imagino que tú me amas más.

A veces cuando te odio quisiera que me amaras para siempre.

A veces cuando lloro busco la manera para que tú sonrías siempre.

A veces cuando escribo pienso en ti y espero que algún día leas, interpretes, veas y sientas el mismo amor que hoy siento por ti.

AMOR PROHIBIDO

Esta es la historia de un amor que no es amor, que nació de una confusión, de una mirada, de una canción.

Los versos que escribo no los mereces; pero ya me ves aquí sentado escribiendo, pensando, soñando, volando.

Imagino tu voz, tu sonrisa, tus ojos, tu figura; cierro los ojos y te veo pero los abro y te vas. Nunca hubo un beso, un abrazo, ni siquiera una palabra de amor, de satisfacción. Te perdiste en el mar, ese mar que yo no conozco; el mar de tus sueños, de mi anhelo, tu alegría y mi sufrimiento.

Amor u olvido, tal vez un beso tímido, una mirada fría, un adiós te diría y el nunca jamás nacería. Mas no me atrevo a dejarte porque mi alma sin ti no es nada, contigo lo soy todo y existo, sin ti la existencia no tiene sentido.

Mejor callo y te sigo amando, en silencio, porque te quiero y prefiero tenerte cerca; así, a mi lado, besándonos, amándonos, mirándonos por siempre aunque sea sólo en mi mente.

REQUIEM POR UN SUEÑO

Érase una vez un personaje llamado Damián; le decían personaje pues parecía salido de un cuento algo psicodélico. Desde niño se dio cuenta de su inconformidad con el mundo; nada le parecía, nada le agradaba... Era un chico raro.

En la niñez estuvo controlado por sus padres; pero cuando llegó a la adolescencia, esa etapa caracterizada por una metamorfosis en donde cada ser humano encuentra su identidad, Damián descubrió su rareza y comenzó a ir solo contra el mundo. Rompía las reglas, llevaba una vida desordenada, le gustaba retar a la gente y cumplía todos los retos impuestos por otros; pues era realmente satisfactorio para él cuando podía demostrar su superioridad.

Siempre andaba metido en todo y todo es todo, lo probó todo y todo es todo, pero nada le gustó y a la vez le gustaba todo. Era raro, de verdad. Ni los psicólogos podían describir su problema; la verdad él tampoco podía hacerlo, pues el loco nunca cae en cuenta de su locura, aunque él sólo se hacía el loco. Otra cosa fue cuando el tiempo avanzó y su falsa locura se convirtió en verdad y Damián ya no diferenciaba la fantasía de la realidad. Su mundo ya no era este mundo, era un mundo raro como sólo él podía serlo y es que hay raros de raros, pero Damián abarcaba toda la rareza existente en el mundo real e irreal.

En su mundo veía monstruos gigantes, duendes diminutos, brujas horrorosas, hadas hermosas, flores habladoras... Al parecer en ese mundo era conforme; pero como su personalidad era inconforme, cada dos minutos cambiaba de opinión y el mundo creado por este personaje se volvió contra él haciéndole vivir su más terrible pesadilla; ni en sueños podía descansar, bueno, siempre se la pasaba soñando y como le gustaba meterse en todo, se metió en un mundo de donde jamás pudo salir.

Aunque para sus familiares, amigos y cercanos ese mundo eran sólo cuatro paredes de un hospital mental, para Damián era un mundo inmenso pero lleno de cosas miedosas y esas cosas eran sus propios miedos representados en seres imaginarios creados con su propia imaginación.

De pronto un día de tanto correr y correr en ese mundo, vio una puerta abierta, bien abierta; era el camino hacia la libertad. Atravesó la puerta y caminó por un puente; a la mitad de éste había un lago. Damián tenía calor, se quitó la ropa y sin pensarlo se lanzó y así fue como se ahogó; pues nunca aprendió a nadar aunque él afirmaba ser un excelente nadador.

En el mundo real la puerta abierta era la de su celda; efectivamente se escapó del hospital; caminó por un puente, sí, pero en vez de lago era un río inmenso y caudaloso y fue ahí donde se ahogó.

Cuando llegó al cielo le dijo a San Pedro: "Yo no quiero estar muerto, pero tampoco quiero estar vivo; no quiero estar en el cielo, pero tampoco en el infierno; no quiero nada y a la vez lo quiero todo".

Y San Pedro le respondió: "La muerte no se puede cambiar. O estás muerto o estás muerto, pero nunca muerto y vivo a la vez; o quieres una cosa o quieres otra, pero nunca las dos; haces una cosa o haces la otra, pero nunca haces dos cosas a la vez; vives una sola vez y mueres para siempre. Ahora pasa al eterno paraíso".

¡Pobre de San Pedro! pues pronto su eterno paraíso se convirtió en un infierno ya que ni muerto Damián fue conforme; y como sólo se vive una vez y se muere para siempre, este personaje siempre hizo de las suyas.