miércoles, 9 de noviembre de 2011

CARTA ABIERTA A UN MOTOCICLISTA

Señor motociclista, imagine que usted es un peatón mientras que lee esto. Olvídese por un momento de que tiene moto, de que sabe conducir y visualícese caminando por la ciudad.


Es una tarde soleada de viernes y piensa encontrarse con su novia en el Parque San Antonio, en el centro. Como es un buen peatón, para cruzar la Avenida Oriental, se va hasta una esquina y espera a que el semáforo peatonal  cambie a verde. Mientras aguarda, transcurren dos o tres minutos en los que pasan y pasan carros y motos a alta velocidad, excediendo los límites y usted se queda aterrado al ver cómo una céntrica avenida de la ciudad se convierte en una pista de carreras de autos.


Por fin el semáforo peatonal cambia a verde, espera a que se detengan todos los autos y cruza por la cebra. Pasa despacio, sin afán, confiado de que está seguro en la vía. A lo lejos se escucha un ruido, un zumbido que se siente cada vez más cerca. De pronto aparece al frente suyo una moto que es conducida a más de 100 kilómetros por hora, el conductor no alcanza a frenar en el semáforo y se lo lleva por delante.


Su corazón y sus nervios se agitan mientras cae al suelo sintiendo un profundo dolor en todo el cuerpo; el motociclista cae unos metros más adelante, la gente grita, los carros pitan y frenan y usted pierde la consciencia por unos minutos.

Cuando despierta se ve rodeado de gente que hace gestos de lástima, que lo están socorriendo mientras que usted se pregunta ¿qué pasó?. El dolor en su cadera le hace recordar que hace un momento fue atropellado por una motocicleta.


En un grito desgarrador maldice a todo el mundo y en especial al conductor de la moto, por no respetarlo como peatón sabiendo que el semáforo estaba en rojo y usted cruzaba por la cebra.


Se oyen las sirenas de las ambulancias cada vez más cerca, hasta que llegan, trasladan a los dos al hospital y el diagnóstico no es nada alentador. Para el motociclista, seis meses de incapacidad por fractura en pierna izquierda y para usted, un peatón inocente que cumplía correctamente las normas de tránsito, invalidez de por vida por una fractura en la columna que hizo que se desviara impidiéndole volver a mover de nuevo sus piernas.


¿Cómo se sentiría usted o qué pensaría si de verdad le sucediera algo semejante?. Ahora vuelva a la realidad, conviértase nuevamente en motociclista, en ese motociclista que atropelló a aquel peatón ¿cómo se sentiría al saber que dejó invalido de por vida a alguien?.


Casos como este son más comunes de lo que usted piensa. Todo se debe al exceso de velocidad, desconocimiento de las normas, malas decisiones, imprudencia, poca educación vial.


Señor motociclista, recuerde que en zonas urbanas usted no puede conducir a más de 60 kilómetros por hora, debe utilizar sólo un carril y transitar detrás de los demás vehículos, sin maniobras de zigzag o adelantamiento. Recuerde además que los peatones son los primeros en la vía, tienen prelación y por lo tanto hay que respetarlos. Nunca debe invadir su zona de paso (las cebras) y además cuando esté a punto de llegar a un cruce debe reducir la velocidad a 30 kilómetros o menos.


Tenga presente que decisiones como estas pueden salvar muchas vidas, así como las malas determinaciones que usted tome en la vía pueden afectar la salud y la calidad de vida suya o de los demás usuarios de las vías públicas.


La solución está en todos, depende de cada quien de qué lado quiere estar, si del lado de la vida o la muerte. La vía es eso: un camino que lo puede llevar a disfrutar lo hermoso que tiene la vida, como encontrarse con su novia en un parque; o ser un camino que lo lleve rumbo a la desgracia, a la sombra, o en el peor de los casos al cementerio.


Por el bien de todos no arruine su vida ni la de los demás, conduzca con precaución y recuerde que usted es importante para alguien. Quédese en este mundo y permita también que otros lo sigan disfrutando.