Hay días en los que el mundo me
parece incomprensible, algo tan denso que pierde toda forma, color y magia.
Por extrañas circunstancias,
mientras intentaba dormir en la noche, todas mis fuerzas me abandonaron, toda
mi energía se fue detrás de un alma todavía más triste que la mía. Espero que
sirva de algo todo lo que estoy dispuesto a hacer.
No hay nada qué hacer cuando la
memoria empieza a fallar, cuando la duda acecha callada, cuando en medio de la
noche la cama se congela, todos los sueños se van, y la oscuridad – la más
negra – envuelve a un ser en completa incertidumbre.
Aún así quiero ser valiente, aún
así quiero seguir luchando por aquello que creo justo y conveniente. Hoy el sol
entró por la ventana de mi habitación, hoy el día brilla con claridad, pero
sigo sin fuerzas. Algo más poderoso me tumba, sin embargo mi promesa es
contundente y aunque estuviera a punto de morir seguiré luchando.
Esa lucha no será por mí, pero tengo motivos de peso para
luchar. Tengo una sola razón para hacerlo: libertad. No la mía, ya la tengo.
Quiero libertad para un corazón
prisionero que aunque ama, teme hacerlo de verdad. Es un corazón noble que sin
mancha alguna, se siente sucio. Es un corazón herido, debilitado por las presiones,
confundido por culpa de un torbellino de emociones. Es un corazón que amo y que
lucha por amarme o dejarme, es un corazón que lucha por ser libre.
¡Pobre corazón! ¡Pobre alma! ¡Pobre
ser! Que todavía recibiendo amor se siente miserable. Pero más miserables son
aquellos que por soberbia humillan y van por la vida hiriendo
injustificadamente; por ellos nos sentimos escoria, pero por ellos seremos
fuertes, tan fuertes para vencer. Ellos son nuestros propios miedos hechos
carne, todo aquello de lo que nos debemos deshacer.
Cada ser
es dueño de su propio destino, cada quien es el protagonista de su propia
historia. ¿Acaso creen que alguien en el universo puede dominar sobre el
corazón de otro a la fuerza?
Aunque en
un acto desesperado intentemos cambiar nuestra propia esencia para complacer a
otros, en el fondo sabemos lo que somos y queremos. Ahí está el dilema, debemos
tomar una decisión: cambiar para complacer a otros, o seguir siendo quienes somos
a pesar de ser juzgados, señalados, perseguidos y rechazados.
¿Y qué
hay del amor? Sólo cuando una persona tiene suficiente amor propio, es capaz de
amar y luchar por otra, sin importar lo que pase, sin importar que duela, sin
importar que puede perderlo todo en esa lucha; pues si duele es buena señal, si
se pierde todo al menos queda la certeza de una lucha. Cuando hay amor
verdadero, podrán interponerse murallas y océanos entre dos personas, pero su
amor seguirá vivo. El amor nunca muere, sólo se transforma.
Cuando
hay suficiente amor, se puede transformar en amistad, compañía, comprensión,
libertad, sacrificio, incluso muerte o abandono. No hay acto de amor más grande
que luchar por quien quieres, morir por quien quieres o dejar ir a quien
quieres. Paradójicamente quienes menos reciben amor son quienes más aman.
Algunos
tienen una idea romántica sobre el amor, creen que con el hecho de pasar una noche, bailar juntos y darse
un beso, ya todo está dado. Pues se equivocan; es en los momentos críticos,
cuando la desesperanza azota, cuando la costumbre cansa y el dolor llega, ahí en
verdad pueden saber si realmente se trata de amor o un simple capricho.
Eso
lo tengo claro porque ya sé diferenciar un capricho de un sentimiento
verdadero, yo no lucharía tanto por un capricho. He aprendido a comprender tanto
al amor, que ahora sé que puedo amar porque sí, que puedo amar cuando no me
amen, que puedo amar desinteresadamente y fielmente, así tenga que luchar una y
mil veces contra fantasmas, tormentos, confusiones y lágrimas; porque amar, más
allá de exigir que ese amor vuelva a mí es hacer a la otra persona libre,
porque el amor es para hacernos libres.
Todos
anhelamos libertad, aún cuando muchos ni siquiera han sido prisioneros por amor
ni por nada. Es cuando sentimos que algo oprime nuestro pecho, cuando no
pensamos con claridad, cuando todo se vuelve en contra, cuando todo nos hace
daño, cuando deseamos amar y ser amados pero no podemos, cuando intentamos
sobrevivir y seguir adelante pero retrocedemos; es ahí cuando decimos que somos
prisioneros. No hay nada más terrible que ser prisionero de uno mismo.
Si
nosotros mismos no nos liberamos, nadie más lo hará por nosotros aunque lo
intente un millón de veces. Sin embargo, yo tengo la convicción de que podré
darle libertad a ese pobre corazón que siento que me necesita, que sin ser del
todo mío está unido a mí. Lo único que necesito es voluntad y tiempo.
El
mejor amigo del amor es el tiempo, pues con el tiempo veremos si ese amor que
ha nacido es verdadero y de qué está hecho. Aunque suene increíble, detrás del
amor se esconde aún algo más profundo y cada persona en el mundo debe descubrir
qué es.
Amar
no es una causa perdida, porque cuando conocemos el verdadero sentido de amar
sabemos que vale la pena porque es lo único que nos hace libres. Podremos
tenerlo todo, pero si no tenemos amor no valemos nada. Si no somos capaces de
amar y dejarnos amar, la vida misma será una causa perdida.
Yo he
perdido muchas causas por las que he luchado; pero nada ni nadie hará que
pierda mi lucha por amar, aún solo, aún lejos, aún en silencio, aún invisible, aún
en medio de recuerdos, aún olvidado, aún muerto.
Gastaré
todas mis fuerzas en amar, pues ya soy libre y te haré libre, no importa lo que
pase conmigo...