domingo, 28 de febrero de 2016

La trascendencia del ser

¿Qué pasa realmente cuando una persona muere? Llantos, canciones nostálgicas, rezos, reencuentros forzados, palabras, abrazos sinceros y otros por cortesía, acompañamientos honestos y otros por cumplimientos, lágrimas, sonrisas, gente, soledad y de nuevo más gente.

Sin embargo, pareciera que la trascendencia del ser, tanto de quien ha fallecido como de los que quedamos aún en este plano, no llega a consolidarse. Hay culpabilidad, negación de la realidad, aferro a la vida corporal.

La trascendencia del ser es igual a la trascendencia del universo: nada en el universo muere, solamente se transforma, deja de ser algo para convertirse en otra cosa pero conservando su esencia pura.

Esa misma trascendencia del universo es la del ser; no tenemos que luchar por ganar el paraíso ni rezar pidiendo misericordia por el alma de quien fallece ni mucho menos pedir luz, pues ya ese ser ha trascendido y se ha convertido precisamente en luz, en energía, en alimento del universo.

Nada ni nadie deja de existir. Somos materia, partículas del universo y nuestra misión es y será siempre seguir contribuyendo al ciclo vital: ser energía pura.

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