martes, 15 de diciembre de 2015

Fiebre

Mi cuerpo está quemándose por las mil revoluciones que da el cerebro. En la noche silenciosa, llena de ecos, de tic tac de relojes olvidados en un cajón, de canciones llenas de recuerdos y añoranzas de un pasado lindo y también tormentoso.

A lo lejos se escuchan truenos, la temperatura sigue disminuyendo, pero el calor corporal aumenta y de ti solamente existen las fotografías. Sonreías, brillabas, me mirabas, me amabas...

Tus fotografías, son de esos tesoros que cada persona quiere guardar celosamente por el resto de su vida y aún después de muerto seguir cuidando. ¿Para qué cuidar tan mal tesoro? Para al menos conservar el consuelo de que alguna vez lo hecho valió la pena.

Entre foto y foto te fuiste alejando, una vez cerca y de a poco más lejos, más allá que acá, más en vano que real, más fantasma que persona, más amistad que amor, más indiferencia que apoyo, más egoísmo que altruismo, más recuerdos hechos canciones.

El temblor ha llegado, el calor aumenta hasta el punto máximo y entonces mi mente estalla y se eleva surcando lo irreal, las fantasías, los sueños, lo incomprensible, lo abstracto... Mi vida misma.

¡Ahora todo es mejor!

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