Es una tarde silenciosa, seca, larga, angustiosa. Cómo se puede pasar de la felicidad a la tristeza en unos cuantos minutos, por pensar cosas en las que no debo pensar, por comerme el cerebro con tormentos, recuerdos, posibilidades, pesadillas… pesadillas.
Hoy noto un cambio extraño en el mundo, en la gente, o quizás en mí que de tanto amar me hago daño, me frustro, me agobio, me canso.
El remolino que forman las nubes me hace imaginar el remolino de mi mente golpeada por fantasmas y anhelos imposibles. El sol se pone en el ocaso y mi mente se funde de tanto pensar.
Me hablan y no logro diferenciar entre balbuceos y reclamos, entre un individuo y otro, entre lo importante y lo insignificante, entre lo real y lo imaginario, entre lo bueno y lo malo, entre mi ser y mi alma…
Resuelvo entonces cerrar los ojos, no pensar más y simplemente imaginarte frente a mí, sonriendo, acariciándome, queriéndome. Soy feliz así, aunque sea sólo una jugarreta de mi imaginación que vuela tan alto que se cree todas las fantasías y es por eso que creo tu amor real, tu presencia vívida y tus caricias cerca…
Quisiera no abrir los ojos, no volver a la realidad y así seguir feliz, en mis fantasías, en ti, en mis sentimientos, en ti, en mis anhelos, en ti, en mi vida, contigo… En sueños, sueños.
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